20 de abril de 2024

MEMORABILIA GGM 936

Publicamos algunos de los comentarios que se hicieron hasta hoy, de la novela

En agosto nos vemos. (IV)

 

CLARIN

Buenos Aires – Argentina

9 de marzo de 2024

 

Opinión

 

Gabo, la música contada

"En agosto nos vemos", el libro más insólito e inesperado de García Márquez, ya está en la calle desde este miércoles 6 de marzo. Aquí, una crónica de su presentación en Barcelona.

                                                                   Ilustración Fidel Sclavo

Por Juan Cruz

Dotado de un oído especial para convencer al idioma de que lo obedezca, el novelista más musical del siglo XX, Gabriel García Márquez, el autor de Cien años de soledad, el hijo del telegrafista de Aracataca, acaso el mejor prosista que haya conocido el largo tiempo que lo separa del pasado, concitó este miércoles a los astros de la lírica para que compartieran con él en Barcelona la grandeza de su escritura. 

La razón es la existencia de un libro insólito, inesperado, e incluso rechazado por él cuando empezó a empeorar su relación con la realidad y también con el futuro. Empujados por la novedad, insólita porque ya parecía culminada la presencia de Gabo en las estanterías, antiguos amigos suyos de Barcelona, sus editores españoles e hispanoamericanos, periodistas, admiradores de su obra y de su trayectoria, se unieron en una especie de homenaje que parecía también, como él hubiera querido, un concierto de palabras y de música, o de música a secas, entendiendo por tal también las propias palabras de su literatura. 

Su libro más esperado y más improbable, En agosto nos vemos, que superó con los años la maldición con la que él mismo lo había arrinconado (“hay que destruirlo”, vino a decirle a sus hijos) ya está en la calle, se puso de largo precisamente este miércoles 6 de marzo, cuando él hubiera cumplido 97 años, en medio de una expectación que sólo puede superar ahora la que a lo largo de algunos años concitó el más enervante de sus atrevimientos, Cien años de soledad. Y la concentración, entre admirada y agradecida, fue en Barcelona, el talismán de la vida del joven Gabo, que se vino a hacer más famoso en la Barcelona que todavía soportaba las raíces podridas del franquismo. 

Atacado por la enfermedad que halló nombre cuando él era un muchacho, el alzeimer, Gabo terminó siendo desobedecido por sus hijos, Rodrigo y Gonzalo, que, ayudados por un gran editor que ya lo había sido de su padre, Cristóbal Pera, le dijeron a sus editoras (Random House en todo el mundo de habla hispana; Planeta en México y Centroamérica) que ya podían contar con esta música póstuma que siempre se tituló, cuando Gabo sabía y cuando él ya no sabía, En agosto nos vemos.

Esta celebración del nacimiento de una novela, y ya no habrá más novelas, dijo Gonzalo en la presentación definitiva de este hallazgo, tuvo efecto en Barcelona, donde Gabo conoció el éxito de Cien años de soledad mientras simulaba en los bailes de la gauche divine catalana que él todavía no era verdaderamente un escritor… Vivió durante meses simulando ser otro, aunque se llamara Gabo, pero en aquellas noches de Bocaccio de pronto sus mejores amigos (eso me contó Beatriz de Moura, la creadora de Tusquets) lo hallaron presumiendo de ser el autor de Cien años de soledad. “Porque lo era”, me contó Beatriz. 

Él vivió en Barcelona, con su mujer, con sus dos hijos, en la calle Caponata, a la espera de que, desde Argentina Paco Porrúa, su editor, le dijera que aquella maravilla, Cien años…, que le abriría los cielos del olimpo, en efecto lo iba a convertir en millonario. 

No fue cualquier cosa aquella premonición. Cuando él y Mercedes Barcha, la madre de los chicos, contrajeron matrimonio alguien le fue con cuentos al suegro: ese muchacho será siempre un muerto de hambre. A quien quisiera oírle Gabo le decía, para que fuera con el cuento al suegro, que él un día sería millonario.

Lo fue, también millonario de lectores. En Barcelona, donde escribía descalzo y bailaba como un colombiano, supo de la buena nueva que acompañó la suerte de la novela más importante de la literatura en español del siglo XX, vivió allí su idilio familiar con la ciudad, compartió las mieles del boom hasta que rompieron, con Mario Vargas Llosa, y encontró al gran amor de su vida de escritor: Carmen Balcells, la agente literaria que procuró que la riqueza que venía por un lado no se le fuera por el otro.

Jamás se dejaron ni se interrumpieron la agente y él, hasta el final de los días de Gabo, que murió dos años antes que Carmen. Hasta que ésta tuvo respiración, esa reunión astral (a Carmen le encantaba comprobar la suerte consultando a los astros) les dio beneficios mutuos.

Ella, Carmen, como los hijos, como los que leyeron las distintas fases de la novela que ahora reaparece como una emocionante novedad, tenían el pálpito de que era francamente exagerado romper en pedazos, tirar lo escrito a la basura llorosa de la historia. 

Los hijos dicen en el prólogo de esta edición que ahora es materia de lectura universal, pues en mucho tiempo un libro no ha creado tanta expectativa, que ojalá el padre les perdone por haber sacado de los arcanos universitarios esta obra de arte. 

En el acto de Barcelona, donde la actriz de origen argentina Barbara Lennie leyó párrafos que llenaron de emoción el auditorio de la Biblioteca Gabriel García Márquez, el marco de esta celebración, se escuchó la absolución laica de Héctor Abad Faciolince, colombiano como él, enamorado del texto y de su música. Dijo Héctor, mirando a Gonzalo: “Dénse ustedes por perdonados”.

Hubo en este acto mucha gente que aun recuerda al Gabo que escribía descalzo o jugando con sus hijos; aquel que recibía a los visitantes, para quitarse a sí mismo la timidez o la vergüenza, activando un artilugio que desprendía una risa fantasmal. Con aquella indumentaria como de arreglar coches, parecía vivir en el limbo infantil de sus hijos, en una casa que sabía a Bach y seguía siendo como un bromista de Cartagena de Indias y ya estaba en su estantería chica la legendaria cubierta de Cien años de soledad. 

Esa atmósfera de sorpresa y alegría había este 6 de marzo, como si en efecto Gabo hubiera vuelto, tras una larga excursión, a la ciudad de Barcelona, y se hallara entre amigos antiguos, como Leticia Feduchi y sus hijos, escuchando en la Biblioteca que lleva su nombre la música de jazz o algunas de las composiciones de sus músicos más queridos.

Fervor por Gabo. Xavi Ayen, uno de los grandes escritores del periodismo que sabe del boom, Pilar Reyes, la directora de la literatura en la casa Random House, y el paisano Abad Faciolince, el hijo Gonzalo, le pusieron literatura, evocación, a un acto que parecía una resurrección de bienvenidas. Aquella atmósfera, llena de música y de palabras, parecía dirigida por Gabo y por Carmen Balcells (alguien dijo: “Es como si resucitaran a la vez Carmen Balcells y Gabriel García Márquez”) en la ciudad que fue gran parte de la vida que ambos celebraron.

He vivido años junto a escritores, trabajando con ellos, leyéndolos, haciéndoles café o excursiones, desde Paul Bowles a Elena Poniatowska, Octavio Paz o Jorge Luis Borges, a todos los he visto hablar de sí mismos y sobre otros. A quien conocí cuando yo aun no sabía cómo eran los escritores fue precisamente a Gabriel García Márquez.

Abrió con su carcajada de cartón la calle en la que guardaba la intimidad de la casa, su cabeza pesando sobre unas manos que había adiestrado para que lo sorprendieran haciéndole caso a su ritmo, el que sigue intacto en esta novela que es la sinfonía para una mujer triste que se pasó la vida viajando para recuperar su alegría.

Algunos van diciendo que quizá este libro, en efecto, pudo esperar la suerte de la nada. Nos hubiéramos perdido la mejor metáfora de Gabo. Quien abre este libro, que es como una alcancía de secretos, abre también un cajón de lágrimas por las que él camina abriéndole la puerta al que tiene la voluntad de envolverse con su modo de decir, con su melancolía. Esa cara que tenía Gabo cuando, al final de sus tiempos lúcidos, empezó a saber que lo que tenía delante ya tan solo era el pasado, se entiende mejor aquí, en esta caja de música con la que se despidió de la salud de vivir.

Esta novela lo ha desvelado para ser reconocido otra vez con la alegría de ser leído como si fuera por primera vez y este libro inaugurará de nuevo su viaje por la música de escribir.

 

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EL ESPECTADOR

Bogotá – Colombia

10 de marzo de 2024

 

El Magazín Cultural

 

Lectura crítica de

En agosto nos vemos:

que García Márquez

nos jale las patas

Llegó a las librerías la novela que dejó en borradores nuestro premio nobel de literatura, y se abrió un debate sobre si se debía publicar o no la obra póstuma. Aplaudo tenerla en mi biblioteca.

Por Nelson Fredy  Padilla 

Gabriel García Márquez (1927-2014) cumplió 97 años de nacido el pasado 6 de marzo, día en que se publicó a nivel mundial “En agosto nos vemos”. Las celebraciones por su vida y obra continuarán hasta el próximo 17 de abril, día en que se cumplen diez años de su muerte.

                                                                                                             Foto: EFE y Penguin

Las 109 páginas en que terminó editada su novela póstuma, En agosto nos vemos, genera sentimientos contradictorios. La presentan con el mea culpa de los hijos, Rodrigo y Gonzalo García Barcha, que le piden perdón al padre de antemano tras el “acto de traición”, y eso despierta cierta indignación y morbo por haber ido en contra de la última voluntad literaria del autor, que les pidió destruirla, aunque también les dijo “hagan lo que quieran”. (Recomendamos: La lucha de los García Márquez contra el alzhéimer, investigación de Nelson Fredy Padilla) 

Pero al empezar la lectura eso se vuelve anécdota, porque como siempre lo hizo el premio nobel de literatura 1982, la historia de Anna Magdalena Bach y su isla lo agarra a uno por el cuello desde la primera frase y no lo suelta hasta hacerlo cómplice de una trama sobre cómo el amor materno, el amor de pareja y el amor casual entretejen la vida de esta mujer hasta el límite de sus pasiones de cuerpo y alma. 

Desde el primer hasta el último párrafo aparece su impronta en el dominio del idioma, para hacerlo sonar como una pieza musical, con ritmo y melodía dosificados con la composición de frases cortas y puntos seguidos. Eso mientras propone una banda sonora conmovedora y la lista de libros que lee Anna y que constituyen un regalo adicional. Es un reencuentro con la esencia del autor: sintaxis y gramática únicas, liberadas de “corsé”, como él decía, con la búsqueda eterna del adjetivo preciso que da vida suprema a los sustantivos. 

No es el encuentro con una ficción clásica de la importancia de El otoño del patriarca, Cien años de soledad o El amor en los tiempos del cólera, en el orden que a mí me gustan. Pero sí es una novela corta valiosa, fruto de un ejercicio virtuoso de condensación narrativa que me recordó a El coronel no tiene quien le escriba. 

He leído a críticos que opinan que En agosto nos vemos debió desaparecer y que este caso no puede compararse con lo que hizo el editor Max Brod cuando decidió no incinerar los libros de su amigo Franz Kafka. Gonzalo García Barcha explicó en las ruedas de prensa de estos días que la publicación fue meditada en familia y con asesoría literaria por al menos ocho años. Dentro de los factores que tuvo en cuenta para aprobar la publicación fue definitivo que la novela estaba completa y con final revisado, que las versiones evidencian que la reescribió entre finales de los años 90 y 2004, y que su padre publicó obras a las que les corrigió detalles para ediciones posteriores.

Hay una que otra repetición de giros y adjetivaciones, un par de contradicciones que no voy a enumerar, para que el lector las descubra, pero asistimos, ahora sí, al último concierto del estilo garciamarquiano.

Recordándolo a él, a su rigurosidad “de hormigón” para corregir textos, como lo vimos ejercerla y nos la enseñó a la “muchachada” de la revista Cambio a finales de los años 90, seguramente no estaría satisfecho y, tal vez, por eso pidió botar los borradores. Habría dicho, como en la autocrítica que anotó sobre las páginas del perfil que escribió sobre el presidente venezolano Hugo Chávez en febrero de 1999, “El enigma de los dos Chávez”: “Indigno de un premio Rómulo Gallegos… el texto es lo que pudo haber sido y no fue”.

El hijo de Gabriel García Márquez, Gonzalo García Barcha (c), junto al periodista Xavier Allen (i) y el escritor Héctor Abad (d), el pasado miércoles en el acto de presentación de "En agosto nos vemos", en la biblioteca Gabriel García Márquez de Barcelona.

 El hijo de Gabriel García Márquez, Gonzalo García Barcha (c), junto al periodista Xavi Ayen (i) y el escritor Héctor Abad (d), el pasado miércoles en el acto de presentación de "En agosto nos vemos", en la biblioteca Gabriel García Márquez de Barcelona.  Foto: EFE - Marta Perez 

Bien dijo en la presentación en Barcelona el escritor colombiano Héctor Abad que esos lunares le lucen a la novela. Las enmendaduras a mano sobre una y otra versión, páginas que los lectores verán al final del libro, dan cuenta del proceso creativo de un obrero del idioma, que en este caso no había corregido su última obra al ciento por ciento porque el cáncer y el alzhéimer lo diezmaron, pero que reivindicó antes de irse, como dicen los hijos en el prólogo, “su capacidad de invención, la poesía del lenguaje, la narrativa cautivadora, su entendimiento del ser humano”. 

Por eso, al cerrar la bella edición de Penguin Random House, estructurada por Cristóbal Pera, mi sentimiento es de agradecimiento con él y con los hijos de García Márquez. Lo que nos han compartido es invaluable para mí como alumno del mejor maestro, como lector y como profesor de escritura creativa. No tenía sentido que esos originales, vendidos en 2015 por la familia García Barcha a la Universidad de Texas, siguieran guardados en los archivos del Harry Ransom Center, en Austin, sino que se volvieran de dominio y debate público.

Ahora podré sentarme con mis alumnos de la maestría de escrituras creativas de la Universidad Nacional, como lo hemos hecho varias veces, a “desarmar” otro libro de García Márquez “por las costuras”, como él ordenaba al recomendar alguna obra en la revista Cambio.

Lo haremos para seguir aprendiendo de él en el siglo XXI, no porque queramos narrar como si viviéramos en los tiempos del boom latinoamericano y del realismo mágico, sino porque nos dejó una lección final de disciplina para seguir adelante: si uno ama escribir, debe ser consciente de que la escritura es “un oficio de todos los días y de todas las horas”, hasta que la salud decrete el día final. 

Llamo a embarcar hacia la isla y la vida de Anna Magdalena Bach, así el fantasma caribe de Gabo venga a jalarnos las patas. 

 

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EL TIEMPO

Bogotá- Colombia

17 de marzo de 2024

 

Columna de opinión

 

De un librito y otros demonios

‘En agosto nos vemos’ es una pesca desordenada de ideas

contenidas en varios proyectos de la novela.

 

Por María Isabel Rueda 

De todas las críticas y defensas que he leído y escuchado alrededor de la obra póstuma de García Márquez, ‘En agosto nos vemos’, quizás una de las que más pistas contiene de por qué la publicaron es la de Alexandra Alter en el ‘New York Times’. 

Sobre el libro, al que titula escuetamente ‘En agosto’, dice que García Márquez “lo alcanzó a batallar para terminarlo y estuvo haciendo cambios durante años, eliminando frases, garrapateando en los márgenes y dictando notas a su asistente. Y finalmente se rindió”.

Probablemente se dio cuenta de que no era publicable porque nunca estuvo terminado. La original historia es la de una mujer casada de mediana edad, Ana Magdalena Bach, que cada agosto hace un viaje para visitar la tumba de su madre en una isla del Caribe no identificada, que combina algunas veces (en el libro solo dos, que yo recuerde) con encuentros sexuales que mantenía con hombres desconocidos.

Se citan muchísimos ejemplos de famosos escritores que encomendaron la tarea de destruir textos inéditos a su muerte a familiares, amigos o albaceas, que los traicionaron publicándolos, de lo que a veces surgieron obras maestras. En el caso de García Márquez, según dice el artículo, la solicitud se la hizo a su hijo, Gonzalo García Barcha: “Me dijo directamente que había que destruir la novela”. 

Sin embargo, de común acuerdo, sus dos hijos, Rodrigo y Gonzalo, concluyeron que había que publicarla, y aquí viene la peor parte de la descripción del ‘New York Times’: su argumento se basó en que, por su demencia, “Gabo perdió la capacidad de juzgar el libro”. ¿Y por qué no pensamos en que pudo ser al revés? ¿En que el mayor acto de lucidez en el ocaso de su vida fue ese, destruir esas páginas deshilvanadas, cuando la neblina del alzhéimer ya levantaba vuelo alrededor de su mente?

Según el NYT, hace dos años sus hijos resolvieron darle un nuevo vistazo a la novela, que “era confusa en algunos lugares”, pero se sentía completa. (¿Según quién?) Dejó de ella al menos cinco versiones y en una carpeta había un OK. A partir de esa versión fue que empezó a trabajar Cristóbal Parra para editar el texto final. Pero igualmente tomó pedazos de otras versiones y de un documento compilado por un asistente del escritor con los cambios que había querido hacer. Se nota, porque en un solo capítulo Parra nos cuenta tres veces que la hija de su protagonista quería ser monja.

Y ahí viene esa especie de engaño que es ‘En agosto nos vemos’: que salió al mercado como la novela póstuma de García Márquez y no como una obra inconclusa. Lo que evidentemente es. 

La han defendido personas de tanta autoridad como mi profesor y amigo Juan Esteban Constaín, quien pregunta en su columna de EL TIEMPO: “¿Cuál es la obra completa de un artista? ¿Solo la de sus grandes momentos y su esplendor y su gloria o también la de su vida misma, su vida toda, forjándose día a día? Yo creo que es lo segundo. (…) Siento que el espíritu de un genio, su destino, está contenido en cada una de sus creaciones, no importa cómo, no importa cuándo”. Disiento de Juan Esteban. Este libro es una pesca desordenada de ideas contenidas en varios proyectos de la misma novela por parte de manos ajenas a las del autor. Por lo tanto, es una compilación que produjo un librito bastante malo. 

En cambio, las críticas de Aura Lucía Mera (exdirectora de Colcultura) en ‘El Espectador’, así como las de la escritora Carolina Sanín, en Cambio, son implacables. La primera sostiene que no piensa leerse el libro, porque “me parece que publicarla es una falta de ética de sus hijos, de los editores del libro y de toda la propaganda que se le está haciendo. Mientras Sanín dice: “Este libro es bastante pobre y no es la primera novela cursi de García Márquez. El gran genio americano publicó en sus últimos años libros en los que parecería estar copiando lo peor de sí mismo”. Y remata: “Este es un negocio gigantesco y como tal deberíamos tratarlo”. Por lo demás, sugiere que sospechosamente está escrito casi como un guion de cine en espera de que se filme la película que está esperando a Ana Magdalena Bach, que, con seguridad, pienso yo, será mejor que el libro. 

Yo lo compré porque mi librero de cabecera, el adorable Felipe Ossa, cuyos consejos sigo a ciegas, me dijo que el estilo de Gabo estaba retratado de principio a fin. También lamento discrepar. Si no se hubiera publicado esta novela, y siento decirlo, García Márquez habría ganado mucho y habría perdido nada. Por desgracia, la publicación de ‘En agosto nos vemos’ invierte la ecuación. 

Tiene al comienzo, sí, quizás unas primeras hojas muy garciamarquianas que retratan su realismo mágico; pero en escasos renglones se irá diluyendo hasta ya no existir al final de esta historia inconclusa, que termina como el libro: arrastrando sin misterios un saco de huesos. 


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15 de abril de 2024

MEMORABILIA GGM 935

El Periódico De España

Madrid - España

7 de marzo de 2024


Novedad Editorial

 

Crítica de 'En agosto nos vemos',

la novela póstuma de

Gabriel García Márquez:

la fuerza de la repetición

Este libro vuelve a demostrar hasta qué punto el Nobel, pese al temor de ya no ser el mismo por su pérdida de memoria, seguía dominando el arte de contar historias en la recta final de su vida

 

Gabriel García Márquez, autor de 'En agosto nos vemos' / ILUSTRACIÓN DE PABLO GARCÍA 

Por Ricardo Baixeras 

La decisión de sacar a la luz un libro que el autor no publicó en vida es siempre controvertida. Si ese autor se llama Gabriel García Márquez (Aracataca, Colombia, 1927- Ciudad de México, 2014) y confiesa además que ese libro no servía –"hay que destruirlo" (como si con semejante sentencia quisiera emular aquellas legendarias intenciones de Virgilio y de Franz Kafka con sus propios manuscritos)–, entonces la cuestión, si cabe, se convierte en todavía más compleja. En el prólogo de En agosto nos vemos, que aparece cuando se cumplen 10 años de su fallecimiento, sus hijos Rodrigo y Gonzalo indican que en sus últimos años el autor de El coronel no tiene quien le escriba sufrió especialmente "la pérdida de memoria", que era, según les contaba, "a la vez mi materia prima y mi herramienta. Sin ella, no hay nada".

Y lo cierto es que esta novela corta o cuento largo que narra las vidas de Ana Magdalena Bach, "las tantas y tantas horas de incertidumbres que quedaban de ella misma dispersas en la isla" y cómo cada mes de agosto va donde su madre está enterrada para depositar gladiolos, quizá no tiene la fuerza irrepetible de sus grandes textos. Sin embargo, es una ficción que vuelve a mostrar hasta qué punto García Márquez, a pesar del temor de no ser ya el mismo por su pérdida de memoria, seguía dominando el arte de contar historias como centro neurálgico de una escritura que no hizo de la técnica un general en su laberinto en el que perderse, pero sí el armazón de una literatura cuyos motivos (la muerte, el doble, la soledad) y técnicas (las recurrencias, las repeticiones, las espirales y las imágenes obsesivas) vuelven a aparecer aquí como si fuera la primera vez.

Importancia del tiempo

Porque está la insistencia en mostrar, desde el mismo título, la importancia del tiempo como ya indicaban sus paradigmáticos Cien años de soledad, Un día después del sábado, El otoño del patriarca y La siesta del martes. Esa importancia aquí queda fijada en el mes de agosto, con sus fuera de toda duda calores caribeños. Está, como en Crónica de una muerte anunciada, la minuciosa obsesión temporal de quien vuelve «a la isla el viernes 16 de agosto en el transbordador de las tres de la tarde», como volvía el obispo en su buque, y la minuciosidad de los nombres: de María Alejandrina Cervantes a Ana Magdalena Bach, de la literatura cervantina a la música sacra.

Está la temporalidad recurrente que vuelve sobre sí misma como un círculo que lo anuda todo, tal y como trata de anudar su vida Ana Magdalena Bach con el retorno cada agosto sin saber, en realidad, que está repitiendo muchos años después el mismo gesto de su madre. Están los movimientos de ida y vuelta constantes, cómo va y vuelve la protagonista sin percatarse de que, en realidad, se está juzgando «sin piedad». Está, como en los Buendía, la sensación de que a menudo las acciones pueden llegar a ser fútiles, de que hacer algo lleva incorporado a menudo la desaparición del acto. De que hacer implica deshacer, o no contar, o mentir.

Está, cómo no, la literatura, ya que aquí la protagonista en cada regreso a la isla siempre lleva un libro encima: Drácula, de Bram Stoker; Antología de la literatura fantástica, de Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo; El día de los trífidos, de John Wyndham; Crónicas marcianas, de Ray Bradbury; El ministerio del miedo, de Graham Greene, y Diario del año de la peste, de Daniel Defoe.

Está una atmósfera inconfundible ("faltaban seis para las cuatro, pero se concedió un minuto de nostalgia para contemplar las garzas que planeaban inmóviles en el sopor ardiente de la laguna"), está la sensación de haber asistido a un mundo conjetural y conocido a la vez ("admiró las playas de harina dorada al borde mismo de la selva virgen, la algarabía de los pájaros y el vuelo fantasmal de las garzas en el remanso de la laguna interior"), y de haber probado otra vez el lector el apetito pantagruélico de un autor por querer mostrar de qué manera los espacios exteriores son la medida exacta de una conciencia interior anafórica.

Encuentro inolvidable

Está el amor, el tema que recoge motivos y técnicas en la obra de García Márquez. Un amor que aquí no aparece en los tiempos del cólera, sino en el tiempo en que una vida ya nunca más va a ser la misma tras un encuentro amoroso inolvidable que se convierte en la ceremonia de la confusión por "veinte euros", a pesar de que la protagonista después de aquel encuentro ya nunca "más volvería a ser la misma. Lo había vislumbrado en el transbordador de regreso, entre las hordas de turistas que siempre le habían sido ajenas y que de pronto y sin motivos claros se le volvieron abominables".

Está la vida imaginada de Ana Magdalena Bach tratando de acortar y comprender las distancias entre la realidad falseada y la ficción verídica porque la suya es una vida a la espera, una vida lanzada hacia el futuro de cada agosto por venir, pero condicionada por los recuerdos, por la esperanza de volver a vivir lo ya vivido y la desesperanza de que todo aquello fue una serie de acontecimientos, que como la música que también suena en este libro, es meditativa: seis movimientos que nacen de la misma nota, del mismo impulso. Y está la firmeza de un escritor por volver a contar una historia construida bajo el velo del lenguaje  

 

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LA VANGUARDIA

Barcelona – España

6 de marzo de 2024

 

EL ACONTECIMIENTO EDITORIAL DEL AÑO 

Gonzalo, hijo de Gabo:

“Si los lectores no dan ese voto

de aprobación a la novela,

no se reeditará”

El primogénito del escritor presenta a nivel mundial 'En agosto nos vemos', la última obra que escribió su padre y que le pidió que quemara.

 

Gonzalo, hijo de García Márquez, junto al periodista Xavi Ayén y el escritor Héctor Abad Miquel González / Shooting

Por Lara Gómez Ruiz

Barcelona hoy no ha dejado de mirar el reloj, esperando pacientemente que llegaran las 18:30. A esa hora, el libro póstumo de Gabriel García Márquez, En agosto nos vemos (Random House), se presentaba al mundo en la biblioteca barcelonesa que lleva su misma nombre y que está reconocida como la mejor del mundo. La expectación era máxima. Ni siquiera unos activistas, que justo antes de empezar el encuentro mediático aprovecharon la presencia del alcalde Collboni para denunciar la falta de previsión ante la situación de emergencia por sequía, lograron que la joya literaria quedara relegada.

Que la capital catalana sea la ciudad escogida para dicha presentación, no es baladí. Barcelona fue un lugar de metamorfosis para Gabriel García Márquez. Fue aquí donde creció literariamente y logró mutar de autor minoritario a novelista reconocido a nivel mundial. Un paso de gigante que solo unos pocos escritores alcanzan en su carrera y que explica el revuelo armado para poder acudir a este acontecimiento, donde era necesario hacer reserva previa. 

Eso no evitó que fueran decenas los que atendieran de pie al hijo del autor, Gonzalo García Barcha –que vivió parte de su infancia aquí–; al escritor Héctor Abad Faciolince; al periodista Xavi Ayén, experto en el boom latinoamericano; y a la actriz Bárbara Lennie, que leyó fragmentos de esta inédita obra, acompañada de la música del conjunto Ana Magdalena Ensemble. “Este libro está repleto de música”, avanzó la editora Pilar Reyes.

“Cuando Gabo nos dejó, fue bastante claro, pues dijo que esto había que destruirlo. Pero esa declaración iba totalmente en contra de todo lo que nos inculcaron nuestros padres, que nos educaron para promover, respetar y conservar cualquier obra de creación”, empezó la presentación García Barcha. Su primogénito, no obstante, reconocía a los pocos minutos que su padre llegó a pagar a su madre “una cantidad reducida de dinero” por las cartas de amor que le envió, y una vez las tuvo, las quemó.

Gonzalo García Barcha, hijo de Gabo, esta semana en Madrid  Dani Duch / Propias

“Siempre tuvo un instinto muy particular de la posteridad y una facultad algo profética, adelantándose a cosas de que luego han sucedido”. Una de ellas fue recién casado, cuando a su suegro, triste por separarse de Mercedes, le dijo que no se preocupara, que en diez años se convertiría en alguien rico y famoso. “Imagínense la desfachatez”, reconoce su hijo.

García Barcha contó que el libro lo leyeron todavía con Gabo en vida. “Pudimos leerlo, pero estaba menos terminada que otras de sus obras que dejaba leer antes de publicar. Él siguió escribiendo y, dos años después, soltó su frase lapidaria”. En el verano de hace dos años, algo cambió. “Yo estaba en el Empordà y tuve esa conversación pendiente con mi hermano Rodrigo. Me preguntó qué íbamos a hacer y sugerí dársela a un editor para ver si era publicable. Cristóbal, editor de sus últimas obras, la había leído mucho más profundamente que nosotros y no parecía tener ninguna duda”.

Los hijos aceptaron. No obstante, Gonzalo ha advertido hoy a la audiencia multitudinaria: “Si los lectores no dan ese voto de aprobación a la novela, no se reeditará y no tendrá revisiones”. También ha reconocido de que “me incomodaba la idea de que esta se convirtiera en la novela  escondida o perdida de cierto autor. Nosotros sabíamos que la novela tarde o temprano iba a acabar saliendo, y es posible que la edición pueda tener una evolución siempre que el texto sea del agrado de los lectores”.

La obra permaneció durante mucho tiempo en el archivo del autor en la universidad de Austin. Allí, “cualquiera que lo deseara y pidiera permiso, podía leerla”, ha recordado Gonzalo mientras aplaudía el impulso de la periodista colombiana Patricia Lara, que fue la primera en hacerlo y que “ya avanzó en su momento que le causó una buena impresión”.

A él mismo también se la causó, a la vez que le enterneció “ver como en las correcciones había un punto que dudaba en cada palabra y la tachaba, hasta hallar la más conveniente. Eso es algo bonito y refleja muy bien cómo describió en su día el oficio de escritor: un pobre hombre sentado seis horas diarias frente a una máquina de escribir con el compromiso de contar una historia que sea a la vez convincente y bella. Y esta novela tiene esas dos virtudes”. Unas cualidades que también, asegura, tiene la portada del libro, ilustrada por David de las Heras, al que tanto el primogénito como el público han aplaudido. 

 

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REFORMA

Ciudad de México

3 de marzo de 2024


CULTURA

 

García Márquez se reencuentra

con sus lectores

 Por Israel Sánchez

 

La portada del nuevo libro fue diseñada por el ilustrador David de las Heras. Crédito: X Fundación Gabo. García Márquez en una fotografía de 2010, mientras lee, en su casa, "Yo no vengo a decir un discurso". Seis años antes había publicado su última novela: "Memoria de mis putas tristes". Crédito: AP

A 20 años de la publicación de su última novela, Gabriel García Márquez (1927-2014) se reencuentra este miércoles con sus lectores de todo el mundo con el lanzamiento póstumo de En agosto nos vemos (Planeta).

"Realmente parecía algo ya imposible. Pensábamos que lo que se publicó en vida de García Márquez era su obra entera, puesto que él había tomado las decisiones editoriales", apunta en entrevista el escritor, traductor y crítico literario Geney Beltrán, para quien la aparición de esta obra ratifica el estatuto de autor clásico y universal del Premio Nobel de Literatura colombiano.

"Esa condición de clásico vuelve importante cualquier escrito suyo que no se haya publicado en vida. No es sólo un interés documental o histórico, sino que es un interés literario", agrega el coordinador ejecutivo de la Casa Estudio Cien Años de Soledad, proyecto dependiente de la Fundación para las Letras Mexicanas.

La undécima novela del autor de obras como Cien años de soledad y El coronel no tiene quién le escriba narra la historia de Ana Magdalena Bach, una mujer casada que cada 16 de agosto visita la tumba de su madre en una isla del Caribe, y durante esos viajes mantiene varios encuentros eróticos con distintos amantes.

Su publicación se enmarca en el aniversario 97 del natalicio de García Márquez, y a un mes de cumplirse 10 años de su muerte, con cerca de 40 editoriales internacionales realizando un lanzamiento global en todos los mercados, algo igualmente inédito para una obra póstuma, considera Jaime Abello, director y cofundador de Fundación Gabo.

"Está destinado a ser un bestseller, y esto confirma la condición de clásico que ya tiene García Márquez. Entonces, se recibe con interés la obra, más allá de que al final a uno le guste más o menos, pues es la obra de un clásico de la literatura mundial", dice Abello a REFORMA.

"Es, obviamente, un libro de Gabo, pero que ha sido autorizado por sus causahabientes, por sus herederos (sus hijos, Rodrigo y Gonzalo García Barcha), y no por él", continúa. "Es una decisión que se tomó muy cuidadosamente y se desarrolló editorialmente con mucho cuidado".

Los hijos del Nobel colombiano, quienes prologan la novela inédita, eligieron al editor Cristóbal Pera, que ya había trabajado antes con el autor, para concretar la publicación de la obra en la que García Márquez trabajó desde 1999 y de la que publicó algunos capítulos en revistas, cuyos manuscritos permanecían en los archivos vendidos al Harry Ransom Center de la Universidad de Texas.

"Básicamente, partió del último manuscrito que había en el Ransom, más las notas, más las correcciones adicionales que hizo (el autor) y que conservó en el computador la asistente de Gabo. Y a partir de allí compuso un texto que es de García Márquez, que lo único que ha tenido es un proceso editorial como el de cualquier otro libro de cualquier otro autor", refiere Abello.

"Yo pude reconocer en el manuscrito que ya esa obra estaba en un punto en el que sólo le faltaba un pulimiento por parte de un editor", resalta vía telefónica Gustavo Arango, autor, periodista y académico colombiano de la Universidad Estatal de Nueva York en Oneonta, autodenominado "abogado defensor" a favor de la publicación de este libro.

En realidad, Arango estima haber tenido una influencia definitiva en el hecho de que finalmente pudiera ver la luz esta novela inédita que parecía condenada por una lectura de la agencia literaria Carmen Balcells, representante de García Márquez por más medio siglo, cuyo dictamen también se podía consultar en el archivo en Texas.

"Realmente la demeritaba un poco, y yo tengo la impresión de que esa fue la única opinión en la que se basó su familia para decidir que no la iban a publicar", comparte Arango, estudioso de la vida y obra del Nobel, sobre aquel dictamen que consideraba a En agosto nos vemos como un cuento repetitivo y alargado.

"Y yo lo que pensaba era: 'Pero, por Dios, repetitivo Cien años de soledad; repetitivo es El otoño del patriarca'. Ése es casi que el sello de García Márquez en muchas de sus obras, y es porque maneja una temporalidad muy caribeña, muy cíclica que a veces cuesta entender".

A decir suyo, un artículo que publicó en 2022 destacando el valor de esta historia y la importancia de publicarla habría sido el punto de partida para que la propia familia de García Márquez así lo reconsiderara; "no voy a salir ahora a decir: 'Yo logré que se publicara', pero digamos que algo influí, y eso me llena de mucha satisfacción", destaca.

"Y, bueno, incluso no siendo su mejor novela, es un buen cierre para su conjunto. Pero, además, una novela mediana de García Márquez sigue siendo una novela muy superior en el ámbito de la literatura latinoamericana", argumenta Arango, elogiando el estilo transparente y depurado de esta nueva obra.

"Es una novela que no va a decepcionar", asegura quien la devorara en una tarde y ya tiene preordenadas las ediciones en español e inglés. "Es una novela donde está García Márquez en ese nivel de una persona de una gran maestría, a pesar de las dificultades que todos sabemos que estaba viviendo para escribir (en sus últimos años)".

Sobre todo, Arango remarca la importancia de cerrar la obra del autor originario de Aracataca con esta historia luego de la recepción y crítica tan severa en contra de Memoria de mis putas tristes (2004), su última entrega de ficción.

"Ahí la literatura un poco se pierde porque es un tema demasiado complicado: un hombre de 90 años que se compra una noche con una niña. Eso es difícil de aceptar, y eso no es García Márquez en general. Cerrar una obra como la de él con ese episodio un poco sórdido me parece que no era un buen cierre", opina Arango.

"Mientras que aquí (en En agosto nos vemos) hay una dignificación de la mujer que yo creo que es más él porque siempre fue un hombre, un autor, una persona muy respetuosa, y siempre puso en una situación muy digna a la mujer. Y es un poco frustrante ver que muchos lo estaban descalificando simplemente como un machista perverso. Por eso es que me parece que esta novela representa un cierre mucho más digno".

'Más allá del bien y del mal'

Si bien destinada a ser un superventas, la novela inédita de García Márquez también parece sentenciada a la guillotina de una crítica feroz bajo el actual signo de los tiempos.

Arango, quien considera a En agosto nos vemos como una obra con un desdoblamiento femenino del autor y un diálogo con su madre muerta, augura, por ejemplo, señalamientos "patriarcales" al intento por parte de un hombre de construir un personaje femenino.

"Me parece equivocado juzgar a un autor por lo que hacen sus personajes; también me parece que es un poco estrecho decir que un hombre no puede crear personajes femeninos, o que una mujer no puede crear personajes masculinos. Entonces, obviamente, la incomprensión está garantizada", sostiene Arango.

"Realmente, el autor se expone a la crítica, y cuando se trata de un autor tan difundido como García Márquez, también se expone a críticas poco fundamentadas, un poco viscerales, poco informadas. Entonces, bueno, García Márquez está más allá del bien y del mal en este momento", prosigue el académico.

¿Es justo publicar una novela que será tan criticada cuando ya no está su autor para poder defenderla?

He llegado un poco a la conclusión de que toda literatura es póstuma, que el autor no está para defender su obra; la obra es el producto de muchas cosas: de un espíritu creador, de una época, de un contexto cultural, y está para ser apreciada y para suscitar reacciones. Pero realmente la obra no hay que defenderla, la obra es póstuma (...) y la obra se tiene que defender por sí sola.

Para Beltrán, por su parte, la obra literaria no es reductible a una sola consideración, "y menos si se busca una identificación con una forma, más que de pensamiento, de opinión", expresa el escritor.

"Y, ciertamente, la ausencia física del autor ya es irrelevante. Lo que se puede cuestionar es la obra; hay aspectos de maestría técnica y de retórica que por sí solos son dignos de consideración y que pueden ser verdaderamente maravillosos", añade Beltrán, enfático además en cuanto a que no importa si un autor es hombre o mujer, sino la manifestación de una "sensibilidad andrógina".

"Es esa sensibilidad andrógina una despersonalización que te lleva más allá de lo que es tu cuerpo, de lo que es tu historia personal por crecer con un cuerpo en un género determinado, lo que se manifiesta en la escritura en esos momentos privilegiados en los cuales la imaginación y la sensibilidad expresan lo que nosotros ni siquiera sabemos qué traemos dentro".

 

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10 de abril de 2024

MEMORABILIA GGM 934


EL TIEMPO

Bogotá – Colombia

marzo 5 de 2024

 

Música y libros

 

‘'En agosto nos vemos'

es un regalo para los lectores 'garciamarquianos'’: Pilar Reyes

Dos grandes de la literatura colombiana, como Laura Restrepo 

y Juan Gabriel Vásquez, siguen a ojo cerrado sus recomendaciones. 

 

La directora editorial de Penguin Random House contó su visión de

En agosto nos vemos.  FOTO: Edward Córdoba

  Por Ricardo Ávila

@ravilapinto

 Pilar Reyes es la directora editorial de Penguin Random House. Ha sido editora de varios premios Nobel –entre ellos Vargas Llosa y Saramago– y, por supuesto, estuvo al frente de la publicación de En agosto nos vemos. La bogotana, una de las personas más importantes del mundo del libro, habló con EL TIEMPO sobre el lanzamiento más esperado del año.

Como editora de tanta experiencia, ¿qué destacaría de este libro?

Me parece relevante explicar, en términos editoriales, que el libro, en las distintas versiones del Harry Ransom Center, está completo; la historia está completa: tiene principio, desarrollo y final. El trabajo editorial que se hizo fue cotejar las distintas versiones con las correcciones que había y de ahí salió y se fijó la versión final del texto. García Márquez era un grandísimo editor de sí mismo y en las distintas versiones que pudo trabajar antes de perder la memoria, tenía una historia completamente montada, lo que había era correcciones de lenguaje, de precisión de palabras, de mover aquí, de detalles de los personajes como la edad de la protagonista, de dejar o no determinadas informaciones, las características físicas de un personaje. Todo ese nivel de detalle en el que él era un maestro absoluto… él seguía trabajando en todo esto y no sabemos hasta dónde habría seguido, porque esa es una pregunta que nadie puede contestar. Pero esta es una versión completa. El trabajo editorial fue seguir de alguna manera sus propias indicaciones en las distintas correcciones que hizo; ese trabajo estuvo a cargo de Cristóbal Pera, que fue el editor que trabajó con él en Memoria de mis putas tristes y en Yo no vengo a decir un discurso, es decir, alguien que conocía el trabajo de edición de trabajo de García Márquez y podía tomar decisiones acertadas sobre qué dejar de una u otra corrección en las distintas versiones. Los lectores tendrán un manuscrito que, para su autor, en términos de historia, estaba terminado, aunque no fuera definitivo en su última escritura. En la escritura de Crónica de una muerte anunciada o en Memoria de mis putas tristes se puede ver, en los archivos del Ramson, las correcciones de García Márquez. Era un escritor muy pegado al detalle, muy editor de sí mismo, como dije antes, y tomaba decisiones importantes de último momento. No sabemos hasta donde habría llegado esta novela, pero lo que vamos a leer es un texto totalmente garciamarquiano con el vigor tanto en el relato y en el cómo lo cuenta.


¿Cómo fue el proceso de negociación de la novela?

Recibimos el manuscrito hace un año. La negociación se produjo en total normalidad. Teníamos que guardar la noticia largo tiempo porque queríamos publicar la novela el día del cumpleaños de Gabo y en el año de la conmemoración del décimo aniversario de su muerte. El anuncio oficial lo hicimos en la feria de Frankfurt de 2023, junto con los editores de Gabo en varios países fuera del mundo hispano. Era una noticia literaria de orden mundial.


 

Presentación de la novela En agosto nos vemos, de García Márquez. FOTO: Efe

https://www.youtube.com/watch?v=WD3PGLE42Uw

Desde su perspectiva de lectora de García Márquez, ¿cuál sería su descripción de este libro?

Para mí, como lectora de García Márquez, lo más interesante son dos cosas. La primera es el personaje femenino que construyó, creo que es un personaje que no se parece a sus personajes femeninos anteriores: por primera vez una mujer es totalmente protagonista de una novela, lo fue en algún relato o en la pieza teatral Diatriba de amor contra un hombre sentado, pero no en una novela. Se puso en un lugar no habitual para él y me llama la atención que haya sido en el libro final. También es una mujer muy moderna en el sentido de que la vemos en un momento de transformación; es una mujer que tiene 46 años cuando comienza el libro y cuando termina tendrá 50 y en el relato toma una decisión personal de absoluta libertad de cómo vivir su sexualidad. En ese sentido, el libro me parece tremendamente llamativo con respecto a los personajes femeninos que García Márquez había construido en el pasado. Es un final esplendido descubrir a un autor visitando otras zonas, habitando lugares que no había tocado y me admira profundamente ese hecho. También donde está ubicada la historia, por determinados datos que él da. Hace algo bellísimo, vamos asistiendo, en las distintas visitas que esta mujer hace a la isla una vez al año para poner flores en la tumba a su madre, vamos viendo, en pequeños detalles, la transformación por el progreso de ese lugar, cómo va creciendo el turismo, cómo van creciendo los hoteles, cómo se van sofisticando los taxis. Son detalles muy pequeños, pero que nos van dando noticia de la progresión temporal que ese lugar experimentaba. Y el final creo que es conmovedor. García Márquez es famoso por no nombrar la muerte, y aquí hay una concepción de lo que la muerte significa, que es especialmente simbólica por ser el último libro que escribió. Los críticos van a encontrar mil motivos para analizar esta novela, desde los libros que lee la protagonista, una mujer culta, que sabe mucho de música y que decide darse una noche de libertad. Nacerá todo un acervo crítico por este libro, en esas dos o tres horas de lectura, es un libro breve, los lectores tocarán por un instante otra vez el universo de García Márquez. Es un regalo muy feliz para los lectores garciamarquianos.

 

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BLOG

De Gustavo Arango

Oneonta - NY- USA

Marzo de 2024

 

La historia del rescate de

En agosto nos vemos

 

Como no hay plazo que no se cumpla, en pocas semanas el mundo conocerá la novela de Gabriel García Márquez que durante muchos años permaneció inédita y guardada en un archivo de la Universidad de Texas. Reproduzco un artículo escrito por solicitud de El Diario de España (5 de mayo de 2023), en el que hablo de mi papel para que la familia del nobel colombiano reconsiderara su decisión de no publicar la novela. Incluyo también enlaces al texto publicado en México (16 de julio de 2022) con el que todo comenzó y una entrevista para El club de lectura, de Caracol (agosto de 2022), en la que insistí en que la historia de Ana Magdalena Bach debía ser publicada.

Nueve años después de su muerte, Gabriel García Márquez vuelve a ser noticia. A finales de marzo, el Instituto Cervantes anunció que el escritor colombiano es el autor latinoamericano más leído y el autor más traducido del español en el siglo XXI. El 28 de abril, sus editores anunciaron que el próximo año publicarán su novela En agosto nos vemos. Para los lectores de García Márquez, el lanzamiento de un nuevo libro suyo siempre ha sido un motivo de celebración. Para mí, la alegría tiene un motivo adicional. He tenido el honor de ser instrumental para que esta novela finalmente se publique.

De En agosto nos vemos se han tenido noticias fragmentarias. En 1999, su autor divulgó como un cuento el que sería el primer capítulo de la novela. García Márquez seguiría trabajando en el texto por varios años. En 2007, cuando el mundo hispánico le rindió un homenaje en Cartagena de Indias durante el IV Congreso Internacional de la Lengua Española, le habló con entusiasmo a un amigo suyo de la novela que estaba escribiendo.

Pero, al final, el proyecto quedó abandonado. La pérdida de sus facultades mentales le impidió completar esa historia de amor que sería la culminación de su carrera literaria.

Tras la muerte de García Márquez, el 17 de abril de 2014, En agosto nos vemos volvió a ser noticia y muchos nos ilusionamos con la idea de poder leerla. Pero la familia del autor anunció que no sería publicada. Todo indicaba que Memoria de mis putas tristes (2004) sería la impresión final de quien en su momento fue considerado el escritor vivo más importante de la lengua castellana.

Mustio Collado, el protagonista de Memoria de mis putas tristes, es un buen representante de ese arco temático que empieza con la muerte y la soledad, para culminar –en las últimas obras de García Márquez– con el amor como obsesión principal. Es posible citar frases del libro que son memorables: “No te vayas a morir sin probar la maravilla de tirar con amor”. Pero no dejaba de ser problemático que el protagonista de su última novela se dejara encasillar tan fácilmente como “pervertido” o “depredador”. Esa novela le daba un cierre “mustio” a una obra que merecía mejor suerte. La publicación de En agosto nos vemos no solo confirma la vigencia de Gabriel García Márquez, también representa la reivindicación de su legado.

Retrato de un gabólogo

Mi vida ha estado entretejida con la de García Márquez. No olvido la impresión que me produjo a los doce años la lectura de La hojarasca, su primera novela. En 1975, cuando apareció El otoño del patriarca, corrí a prestar el libro en la biblioteca de mi escuela, pero no entendí casi nada. De aquella primera lectura –del que hoy es mi libro suyo favorito– solo me quedó el recuerdo de unas vacas que se comían las cortinas en el balcón del palacio presidencial.

Nací y crecí en Medellín, una ciudad que ya empezaba a ser una de las más violentas del mundo, como lo refleja Noticia de un secuestro, y la lectura fue mi refugio. Decidí estudiar periodismo porque García Márquez me había mostrado con el ejemplo que ese era un buen camino para llegar a ser escritor. A comienzos de la década de 1990, decidí marcharme a Cartagena de Indias y allí empecé a trabajar en El Universal, el mismo periódico donde cuarenta años atrás García Márquez había iniciado su carrera de periodista. 

La soledad de las palabras

El Harry Ransom Center es como una caverna llena de tesoros. En los días que estuve allí también miré los manuscritos de James Joyce, Jorge Luis Borges, G. K. Chesterton y Evelyn Waugh. Los archivos de muchos otros artistas destacados están allí. La decisión de la familia de García Márquez fue acertada. Es difícil pensar que esos materiales estuvieran mejor guardados y disponibles para los investigadores en otro lugar. Regresé a casa con la urgencia de causar revuelo y, en pocos días, escribí un artículo, “La soledad de las palabras”, que envié a Confabulario, el suplemento cultural del diario El Universal de México, con la esperanza de que fuera leído por la familia de García Márquez.

En el artículo hice una sinopsis de esta novela cuyo paisaje es una mezcla de muchos espacios del Caribe. Conté que es la historia de diez años en la vida de Ana Magdalena Bach, una mujer hermosa y madura (“de cabello indio, piel de color y textura de melaza, ojos de topacio y oscuros párpados portugueses”), felizmente casada y madre de dos hijos. Expliqué que la historia en cinco capítulos se concentra en lo que ocurre cada año alrededor de una fecha precisa, el 16 de agosto, el día del aniversario de la muerte de de su madre.

El viaje a la isla se repite cada año con variaciones. A lo largo de la novela, somos testigos de la transformación del personaje, de la forma como la culpa afecta su matrimonio, de sus triunfos furtivos y sus fracasos. En uno de sus viajes se entrega en un auto a un hombre con aire de “vampiro triste” (poco después, Ana Magdalena descubre que es un criminal buscado por las autoridades, “estafador y proxeneta de viudas alegres y solitarias, y probable asesino de dos”). En otra ocasión, Ana Magdalena cree haber seducido a un empleado del hotel, hasta que el chico le cobra por sus servicios. Cuando no encontró con quien acostarse, se llenó de pesadumbre y lloró de rabia “por la desgracia de ser mujer en un mundo de hombres”. Para Ana Magdalena, “perder una noche era perder un año”. Llegó a preguntarse “si sería capaz de salir a la calle a parar automóviles hasta encontrar a alguien que le hiciera el favor de su agosto”.

En el archivo del Harry Ransom Center hay un informe de lectura que cuestiona la calidad de la novela. Es posible inferir que ese único juicio determinó la decisión inicial de la familia de García Márquez de que no se publicara. En mi artículo me dediqué a dar razones para justificar que se reconsiderara esa decisión. Hablé de su forma, su lenguaje y su contenido. Destaqué sus referencias literarias y musicales. Señalé la aceptación de la muerte, el homenaje implícito a su madre y los ecos de otras obras de García Márquez. Expliqué el poco trabajo de edición que requería. Dije que ese esfuerzo de un hombre batallando con las últimas fuerzas creativas que le quedaban merecía consideración. La razón de más peso era que esta novela, la única suya donde el personaje principal es una mujer, representa un final mucho más digno para el conjunto de su obra.

Al artículo en México le siguió una extensa entrevista radial que se transmitió en Colombia. Al poco tiempo supe, a través de su biógrafo Dasso Saldívar, que los hijos de García Márquez y su agencia literaria estaban reconsiderando la decisión y buscando otras opiniones. El pasado 28 de abril (de 2023. N del E.) me desperté con la noticia de que la novela saldrá a la luz el año entrante y con una invitación de elDiario.es a contar la historia detrás de la noticia. Si llegaron a este punto, esa historia es la que acaban de leer.


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EL TIEMPO

Revista BOCAS

Bogotá - Colombia

6 de marzo de 2024

 

MÚSICA Y LIBROS

 

‘García Márquez se consideraba

un feminista’, dice su hijo

Rodrigo García Barcha

Se imprimieron 250.000 ejemplares de la primera edición

de la novela en América Latina y en España.

Llega a las librerías En agosto nos vemos, la novela póstuma del escritor. Entrevista con su hijo.


Por Gabriela Herrera Gómez

@gabrielahergo

Hoy, cuando Gabo cumpliría 97 años, el mundo recibe las últimas palabras del Premio Nobel de Literatura a pocos días de que también se conmemoren diez años de su muerte. Una novela que fue prometida por el escritor desde 1999 y que no pudo terminar por los desaciertos de la vejez. “Gabo decía que era un desastre, que no servía”, señala Rodrigo García Barcha, su hijo mayor. “Pero cuando perdió la capacidad de escribir, perdió la capacidad de leer, y nunca nos dijo por qué no servía. Eso nos hizo sospechar que perdió la capacidad para juzgar el libro”. Sin embargo, Gabo dejó dicho que al morir podrían disponer de su obra como quisiesen, y sus hijos, con otros ojos, le dieron otro valor a ese manuscrito que él menospreció.

La primera vez que Rodrigo escuchó la historia de Ana Magdalena Bach, protagonista de En agosto nos vemos, era una idea vaga. “Nunca contaba la historia completa, daba unos indicios de una mujer que va a visitar a su madre pero nunca te daba una idea completa de cuál era la trama de lo que estaba escribiendo”. Con los años, la enfermedad del olvido le impidió darle una continuación a su historia, pues ni siquiera podía recordar sus sueños, esos que siempre le habían ayudado a resolver sus asuntos literarios.

No obstante, Gabo había dejado varios manuscritos y nunca fue capaz de desecharlos. De hecho, el premio nobel había dado dos adelantos de la trama en la década de los 90. La primera, frente a un grupo de 60 estudiantes de la Universidad de Georgetown en 1997 a puerta cerrada de la prensa, y dos años más tarde, en la Casa América de Madrid. Allí leyó su primer capítulo al público y advirtió que sería parte de una futura novela. El libro quedó guardado por decisión del propio Gabo hasta que en 2014, tras su muerte, la familia decidió vender su archivo personal al Harry Ransom Center en la Universidad de Texas para conservar su legado.

Los manuscritos quedaron expuestos a ojos de investigadores y académicos, hasta que Rodrigo y Gonzalo –junto a la labor de Cristóbal Pera, editor de Vivir para Contarla y Memorias de mis putas tristes– decidieron exponerlo al mundo como parte de los preparativos para conmemorar el décimo aniversario de la muerte del autor. “No se agregó nada que no estuviera en los múltiples originales que dejó Gabo de esta novela. Lo que ha hecho Cristóbal es un trabajo de arqueología, recolectar entre todos los manuscritos que existían y llegó a un original”, señala García.

La novela se desarrolla en una isla tropical a la que una mujer acude cada agosto, por veintiocho años, a visitar la tumba de su madre. Pero en cada viaje, explora su sexualidad y su deseo fuera del matrimonio, cuestionando la vida como la conoce, sus propios límites e incluso los recuerdos de su propia madre. La obra llega a partir de hoy a todo el mundo hispanohablante en Penguin Random a excepción de México y Centroamérica, donde será editado por Planeta. En el extenso listado de editores internacionales incluye muchos de los más prestigiosos sellos del mundo, como Knopf en Estados Unidos y Canadá, y Viking en Reino Unido (ambos sellos de Penguin Random House), Grasset en Francia, Mondadori en Italia, Kiepenheuer & Witsch en Alemania, Meulenhoff en Holanda, Gyldendal en Dinamarca, Dom Quixote en Portugal, Record en Brasil, Minumsa en Corea del Sur, Psichogios en Grecia, Bonnier en Suecia, Am Oved en Israel o Dar Altanweer para la lengua árabe.

“Hay una tendencia vinculada al duelo de tratar de cerrar cabos sueltos que dejaron los padres. Para mí, que este libro salga en estas circunstancias, me deja tranquilo en el sentido en que toda la obra está a disposición de sus lectores. Sea cual sea el veredicto, me deja más tranquilo que dejar en el aire una obra que tarde o temprano iba a salir”, señaló Gonzalo García, durante la rueda de prensa de lanzamiento en Madrid.

Por su parte, Rodrigo, quien conversó con EL TIEMPO, dijo: “Estoy contento, siempre habrá quien diga que no se debió hacer, pero ya había gente leyéndola con los archivos abiertos del Harry Ransom Center, entonces, ¿por qué no?”

Cuando Gabo decía que la obra no funcionaba, ¿cuál era la razón?

Nunca dijo por qué y eso fue lo que nos hizo dudar cuando lo volvimos a leer, ya que Gabo ni siquiera tenía la capacidad de decir por qué. Solo decía ‘no funciona’, ‘no tiene sentido’, ‘un desastre’, entonces sospechamos que era incapaz de evaluar la obra pues no daba ninguna claridad. Gabo nunca guardó libros no editados, todo libro con el que no estaba satisfecho, lo botaba. El hecho de que el no botara este libro, implica que era una cosa indescifrable para él. No hay más libros, porque no hay más libros no terminados. Así que el hecho de que diga que no funcionaba, pero no lo destruyera, nos fue animando.

Los libros que lee la protagonista van marcando el estado emocional de la escena que los rodea y de ella. Se menciona a Drácula, de Bram Stoker, en el primer capítulo, cuando ella se deja llevar por los deseos sexuales. A medida que pasa la novela, lee a Graham Greene, Daniel Defoe. ¿Cree que además de ser los libros favoritos de Gabo, son una señal de lectura?

No lo había pensado, pero tiene sentido, porque las cosas que hacen los grandes, nunca son por casualidad. O sea, porque está leyendo un libro al principio, otro al medio y otro al final, todo significa algo. Tanto consciente como inconscientemente por parte del escritor.

Se ha dicho mucho sobre la importancia del mes de agosto para la vida de Gabo. ¿Sabe usted algo de su relación con ese mes?

No, no la conozco. Siempre pensé que era agosto porque era el mes más caliente, el mes de la luz más fulgurante, el mes más salvaje. Sobre todo en términos de calor en el hemisferio norte, Caribe, Ecuador, pero yo no lo había pensado. A veces, en el caso de los escritores, es el sonido de una palabra. En abril nos vemos a lo mejor no tiene la fuerza de En agosto nos vemos, que es un mes más de fuego. De mi lado no hay conciencia particular de este mes, y a lo mejor si la tenía o la tenía sin darse cuenta.

Sin ánimo de ‘spoilear’, el final de la obra lleva un elemento muy garciamarquiano que es el ‘saco de huesos’ –o talego– que al final carga la protagonista. ¿Es, como en Cien años de Soledad, un símbolo del destino, o al contrario, de ir en contra de este destino y romper con su viaje penitente de ir a la isla?

Rebeca (el personaje de Cien años de soledad) llegando con los huesos de su padre está basado en una persona real que Gabo conoció en la infancia, entonces la imagen en sí tiene ese origen. Luego está por supuesto el significado que le da cada escritor a la metáfora que saca a partir de eso. Yo lo interpreto de varias maneras. Uno es, por ejemplo, que habiendo descubierto que la madre tenía una vida secreta y parecida a la suya, decide terminar con esos viajes. O sea, lo hace ella misma para obligarse a no ir y así el año entrante ya no podrá decir ‘voy a llevarle flores a mi madre’. A lo mejor es como su manera de dejar algo o un enojo con la madre. Hay algo misterioso en cuanto a la relación con la madre, pero lo que sin duda es cierto, es que, al traerse los huesos, ya se acabaron los agostos que ella quería.

Bach fue uno de los compositores favoritos de Gabo. ¿Cómo llega a este homenaje en el nombre de su protagonista?

Es uno de sus compositores favoritos, ahí no había gran misterio, y siempre le gustó el nombre, pero yo creo que los grandes artistas siempre se preguntan, ¿por qué no puedo hacer esto, por qué mi personaje no se puede llamar Hamlet, por qué no puede perseguir una ballena blanca? A lo mejor sencillamente le gustaba la musicalidad, el sonido del nombre: Ana Magdalena. No conozco los pormenores de la vida de Ana Magdalena salvo que era la mujer de Bach, y creo que ellos tuvieron muchos hijos, que en esa época era, como dicen en México, una mujer de su casa.

Usted dice que este es un libro feminista. Además de que la protagonista es mujer, ¿qué claves da en el feminismo como tal?

Porque es la búsqueda de la decisión del personaje, de su identidad personal, los deseos sin tener los tapujos de los prejuicios sociales o de decir: ‘eso está mal’ o de juzgarse a sí misma como infiel o lo que sea. Sencillamente ella está reaccionando a sus propios deseos, actuando con libertad que es lo que quiere todo ser humano y lo que también hay que imaginarse que quieren las mujeres, tener su libre albedrío y no juzgarse a sí misma. Gabo se consideraba un feminista en la manera en que él conducía su vida y además admiraba a muchas escritoras mujeres como Virginia Woolf o Merce Rodoreda.

¿En qué manera se destaca Ana Magdalena Bach en su obra?

Gabo tiene grandes personajes femeninos en todos sus libros, sobre todo en Cien años de soledad y el Amor en los tiempos del cólera, Isabel, la Cándida Eréndira… pero no tenía un libro donde el personaje solo sea una mujer, de esta edad, con estas características y eso también nos motivó a publicarla. Siempre se habla de Gabo como realismo mágico, y solo en dos o algunas partes de sus libros se ve esto. Aunque maravillosos y sumamente expresivos, son sumamente realistas y psicológicos, y esta novela es más así. La protagonista tiene la capacidad de hacer algo fuera de lo que se considera socialmente aceptable y de no juzgarse a sí misma.

La soledad aparece mencionada constantemente, como si la protagonista huyera de ella. De hecho, dice que va al cementerio de la isla porque “es el único lugar solitario donde no se siente sola”

Yo creo que es una meditación sobre ese balance en que todas las personas, aun allegadas a padres, familias, cónyuges, amigos, hay un lado de la persona que está aislado, porque la identidad es la identidad y no todo se puede compartir. Yo creo con mucha razón que el matrimonio de ella es feliz y, sin embargo, necesita de todas maneras este escape de veinticuatro horas al año.

Para terminar, ¿cree que hubo alguna consciencia de Gabo para despedirse de sus lectores en esta novela? ¿o algo de los recursos narrativos que dan cuenta de un escritor saliente?

Es difícil hablar de una persona muy perdida en la memoria. Yo creo que no, que él hubiera querido seguir trabajando y si hubiese podido, seguir publicando o la hubiera destruido porque no le gustaba dejar trabajos en proceso. Se le fue desvaneciendo la conciencia y entonces después se quedó un poquito a medias todo. El libro se siente más contemporáneo, pero no creo que hubiera ahí el deseo o la posibilidad de decir: ‘este es mi libro de despedida’.


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